jueves, 2 de septiembre de 2010
Siento un rumor de voces
que me acorrala en sombras,
un palpitar aunado junto
al recuerdo amargo de tu nombre.
Una caricia cruel
que dejó de ser caricia,
hielos eternos
se instalaron en mi alma.
Y cual témpano perenne,
un extraño frío que penetra hondo,
acerada espina clavada en lo infinito,
mientras,
heladas rosas te esperan en el olvido.
Me hundiré en el negro profundo
de la noche y me instalaré
en el vacío, abismo de mi vida,
te encontraré al final,
calladamente.
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