miércoles, 22 de septiembre de 2010
La cobardía de las tinieblas
Si la noche no fuera tan cobarde
nos daría la mano
sin los dedos oprimidos.
Cuatro por mil
y mil por ciento
de sonrisas y esperanzas;
cruel frontera de las mentes dormidas.
Sueños ¿qué sueños?
Absurdas ilusiones,
perezosas bocas que no besan
que no hablan,
que no mastican siquiera, los instantes de placer;
de lento placer, patinado de sencillas palabras.
No puedo soportar la ausencia de luz,
la oscuridad esconde
la vergüenza,
el dolor,
el lamento que se escucha en los cansancios.
Sin embargo me envuelvo en ti
y advierto, en tu niebla,
la ventana abierta al desvarío de las sombras.
¡Basta ya de sinsabores!
de cobardes dudas
porque guardan las miradas y los nombres,
porque, al fin, no eres más que huidas de albores y promesas
que seduces con el silencio y el olvido.
¡Vade retro! a las tinieblas
que envenenan los sentires
y perturban los descansos.
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