jueves, 2 de septiembre de 2010
Una persona pasa por mi vida
y siembra la tristeza.
Luego se va, y otra se queda,
y deja mi cuerpo remendado.
Se va y en el mar mis adentros
navegan repentinas literaturas
y principios de justicia
ejemplificados en unas pocas leyes.
Como una mariposa negra,
una efímera presencia
se ha posado en mi corazón
y se echa al vuelo cuando desova
la milimétrica oruga de la traición.
Que en su larga metamorfosis
abre las alas de la desingenuidad.
Y mis versos son
cada vez más verídicos
dolorosos y extendidos.
¿Qué soy yo al fin
sino una etapa representada
con silogismos egoístas de mi círculo variante?
Y la certeza de estar absolutamente solo
me amedrenta.
Cibernéticos afectos de falso nombre
Se cuelan a mi realidad cotidiana.
Atraídos por mi poesía y mis prosas
(El perfume del néctar de mi corazón).
Y una vez ya madurados mis sentires
regresé al cobijo de mis remendadores,
que sin cuidado por mi néctar
me ofrecieron hospedaje.
Y mis letras son minúsculos únicos amigos.
En nuevos rizos ellas me demuestran
la verdad que no prefiero.
Y en esta historia resumida en Ene versos,
se quedará mi corazón sin mariposas,
emanando el olor de su nepente…
Para enamorar a esta soledad vespertina.
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