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jueves, 2 de septiembre de 2010


Qué momento! Qué indescriptibles sentimientos se agolpan en mi pecho y se clavan en mi alma!
Estoy frente a la última escala de mi vida... me atrevo a dar los últimos pasos para dejar mi huella. ¿O no? Nunca lo sabré. ¿Me recordarás una vez me haya marchado?
Quiero dejarte algo, mis recuerdos:

Cosa curiosa, el primer recuerdo de mi vida no es visual, ni auditivo: es un aroma a tierra empapada por la lluvia. Jamás llegaré a saber cómo o dónde ese olor perdido se grabó en mi memoria. Ha estado siempre ahí, misterioso y húmedo punto de partida.
Ése es el recuerdo, ¡La primera luz!.

Y en el desfile de tantas nostalgias, apareces Tu, fuiste y eres tan importante que te conviertes en el segundo recuerdo, pues entre uno y otro median veintiséis años...

... tiempo en el que viví, que duda cabe? Gané amores, alegrías, tristezas, tiempo en el que odié y quise a mi modo, en el que tuve amigos y enemigos, y tal vez, acaso, mi pequeña hora de gloria. Pero fue un tiempo del que casi nada quedó, nada, salvo sombras partidas, rostros borrosos, palabras muertas resonando en el vacío...

... y esa terca niebla entre la realidad y los sueños, entre lo que quise ser y lo que realmente era, fui: esas frías cenizas, todo ese montón de olvido y tinieblas dividiendo aquel primer olor a tierra mojada de todo lo que guardo de ti, de todo lo que, sin saberlo, sembraste en mi pecho.

Qué prisa de vivir antes de que se nos acabara la poca e insegura vida, quizás por eso agotamos antes de tiempo el primer aire del amor. No es que después no hubiésemos tenido la posibilidad de mantener despierta la llama, pero habríamos debido pasar un poco por el cansancio, por el fin del descubrimiento mutuo, habríamos debido entrar hasta el fondo uno en el otro, limarnos mutuamente las aristas, agotar el deseo inicial, sin nombre, natural explosión de los sentidos y la edad, para que naciera otro brillo más auténtico del lenguaje, entrega total, comunión indivisible entre cada poro de nuestros cuerpos, cada gota de nuestros humores, cada sílaba de nuestros aullidos. Nos faltó madurez, perfección, gestar la dolorosa metamorfosis del hoy en siempre, del fuego del instante en ansia perpetua...
... pero teníamos tanta prisa por robarle un poco de miel a cada segundo, tanta prisa en medio de existencias provisionales, marcadas por la posibilidad del fin...

... creo que ganamos y perdimos, ganamos porque sobrevivimos a esa muerte indeseada, no esperada, vino sola, sin anuncios.

Amarga victoria.

Pero de cierta manera también perdimos, perdimos ese ardor inasible, que acaso no existe, o que pasa inadvertido, mezclado a los pequeños tumbos cotidianos en el camino de cada quien hacia la muerte, ese ardor inasible: la felicidad...

...tú me amaste y yo te amé. Esto es lo que queda de cuanto fuimos y sentimos: un borroso verbo en pasado y un tiempo más de recuerdos, hasta que se apague mi memoria.

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