jueves, 2 de septiembre de 2010
El sonido rítmico de la ciudad
castigando las ventanas,
como el rugido de un lejano mar
se convierte en susurros despiadados.
Mi mente se puebla
de imágenes olvidadas
y un viento enloquecido
araña la piel de mi alma.
Como payaso tras bambalinas
de un circo clausurado,
pinto mi rostro
con lágrimas de dolor.
Necesito olvidar...
Pero no consigo destruir los recuerdos
¿Cuáles son los designios que
entorpecen la conciencia?
¿Cómo será vivir sin el pasado?
El reloj no se detiene, su tic tac
también es, un susurro despiadado
convertido en tristeza.
¿Cuál será el grito desesperado
que detendrá tan desalmado castigo?
¿Cómo podré asesinar olvidos?
¿Despreciar dolores, desterrar nostalgias?
Ya no me lastimes tristeza,
te conjuro... ¡A que te vayas!.
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