jueves, 2 de septiembre de 2010
¡Dime por qué te adoro!
¿Acaso eres real o imaginado?
¿Si ni siquiera te he visto, ni tu piel
he tentado, ni he besado tus labios?
Navegando entre las nubes,
una noche iluminada, asomaste
como duende entre la brisa
de ese aire nocturno, fascinado.
Llegaste, no sé en que instante preciso,
pero ahí estabas, sereno, sin confusión
como el alba llega después de la noche
para afirmar el día y mi existencia.
Percibí tu voz dulce y armoniosa
y tus palabras, asombradas, me quemaron
alegre y diáfana, como un día de sol,
te he soñado enamorado.
Hombre sin rostro, compañero
de mi sendero abrupto y solitario,
eres verde pradera salpicada de colores,
para mi alma cansada lago tranquilo.
El universo se hizo nuestro cómplice,
los planetas conjuraron el aquelarre
de las horas y del tiempo, el infinito,
y en ese infinito, todo comenzó, impreciso.
Duende de mi alma enamorada,
hechicero de mil noches, embrujo,
dime, si ni siquiera te he rozado,
¡Por que te quiero, dime!
¡Dime por qué te adoro!
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