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miércoles, 3 de noviembre de 2010

Su estado de ánimo..


u estado de ánimo era bastante contradictorio, se sentía feliz por los días vividos, aunque al mismo tiempo ya sentía añoranza de los mismos, no era tristeza lo que la rodeaba, era una sensación de vacío por haberlo tenido todo y haber regresado una vez más a su estado natural lleno de recuerdos.

Se decía a sí misma que no debía vivir de los recuerdos, que los recuerdos debían ayudarla a seguir caminando por la vida, llenándola de alegría, sin
refugiarse en ellos para vivir. Necesitaba una motivación, que la ilusionara en la justa medida, para seguir recibiendo a sorbos la vida, sorbos dulces y amargos, para valorarla como merecía.

Su pensamiento se trasladó a los preparativos de una fiesta espectacular y esperada cada año. El hecho de preparar cada detalle con antelación, la
animaba a vivir unos días especiales, imaginando y soñando lo que pudiera
ocurrir, deseando que todo estuviera en orden, que los días venideros fueran placenteros y felices para todos los suyos y que un año más fueran unos días fantásticos y de ensueño, abrazando la alegría y el entusiasmo.

Dos semanas antes la casa se vistió de fiesta, de un colorido especial en los
objetos, sonrisas y en la motivación por unas fiestas que se acercaban.
Aquel ambiente anterior a las mismas tenía un sabor festero, alegre,
organizativo y lleno de ilusión, con grandes deseos de preparar cada detalle.

Abrió la puerta del trastero con aroma a recuerdos y de nuevo dio vida a
aquellos zapatos amarillos con medias lunas rojas, sacándoles brillo,
preparando el líquido especial para darles una tintada y así lucir como nuevos para desfilar.

Fue a buscar su caja de madera de hilos de colores infinitos, que su madre le regaló a modo de recuerdo de su fabrica de zapatos, aquellos hilos estaban a la espera de traspasar las agujas que los colocarían en vistosos tejidos, al coser algún descosido, botón o simplemente un zurcido.

En un armario ropero destinado para tal fin, fue en busca de ropas
multicolores, turbantes, botas con cascabeles, cinturones ajustables, chalecos de fantasía, camisas de seda, pantalones suaves, chilabas a juego, pañuelos, collares, pendientes y muchos velos, maquillajes y purpurinas, confetis y serpentinas, lanzas y tambores.

Sonaba una maravillosa marcha mora, que ayudaba a vivir un momento emotivo, con el vapor de la plancha suavizando tantas telas, preparándolas y creando un aroma festero especial. Sentía gran emoción al vivir todo aquello en su pensamiento, que la llevaba a suspirar profundamente y a la vez que sonriente lagrimas bajaban por sus mejillas, revivía la alegría, los desfiles, aquella música que llevaba dentro y aquella tradición que la motivaba, recordando el sonido de fiesta, que no sabía como definirlo, de timbales, panderetas, trompetas, violines, cascabeles, clarinetes, flautas, flautines, platillos, saxos que fueron afinados para dar el mejor de los sonidos.

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