En el mismo espacio arrinconado de mi vida, te vuelvo a pensar. Con las mismas ideas de siempre, porque las mismas permanecen guardadas en el interior de lo oscuro de mi realidad. Esta incierta realidad que aún me hace dudar si será posible conocer el momento de poderte olvidar.
Pero entre tantas dudas no encuentro una verdad, esa verdad que solo yo puedo hacer existente, que solo yo puedo inventar. Pero al intentarlo, al tratar de saberla te vuelvo a encontrar, sin saber, como siempre, hasta que punto de mis suspiros estarás en mente.
Que extraña manera de sentir. Como el aire de mis respiros hace que ardan mis ojos, inundando mi alma con tu recuerdo. Pero en los pozos oscuros en los que me hundo, en las mañanas, cuando no hago más que abrir mis ojos, siento el cristal de una mirada bajando, a pesar de la felicidad que ha conquistado finalmente el camino de mis penas, rompiendo las puertas de cualquier miedo que haya tenido, con tan solo recordarte.
Cierto es que mi duda no es de quererte, más bien es referida a si será posible no hacerlo. Imposible, es la respuesta, porque nunca se deja de querer a quien tan feliz te hace.
Arrepentimientos, existentes en todas partes, no por lo que se vive, sino por lo que se pudo vivir y no se vivió.
Arrepentimiento inexistente, es el de comenzar lo que vivimos, el de haberte dicho que en mi vida eres lo único que existe. No me arrepentiré del primer beso que nos dimos, ni del dolor que ocasionó el final de aquel principio. ¿Por qué no me arrepentiré, del sufrimiento en mi camino? Porque por más profundo que fue el lago de mis ojos, entre mis tristezas se me olvidaron todas al estar contigo.
Arrepentimiento existente, por los besos que deje pasar, por no acercarme al sentir miedo. Me arrepentiré de cada abrazo ya perdido, porque por no acercarme más, el temor fue mi castigo.
Pero lo más maravilloso que creaste en mi vivir, fue percibir lo hermoso de descubrir la igualdad de nuestros cuerpos, semejantes como un espejo en el reflejo de ambas miradas. Es indescriptible la belleza de la intensidad con la que te deseo.
Así, desarrollamos nuestros miedos, en la oscuridad del silencio, con un encuentro cercano al calor de tus brazos, con el temor de tus besos.
Como arrepentirme, de haberme enseñado de manera tan sencilla y deslumbrante lo perfecto de nuestro ser.
Ya al final todo resulta ser mentira, porque por todos esos momentos que deje pasar, conozco la experiencia de mis miedos. Por esos mismos momentos he aprendido a no volver a cometer mis fallos, y corregirlos sin sentir temor de iniciar un abrazo, de emprender un beso.
Por eso ya al final, todo resulta ser...
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