domingo, 29 de agosto de 2010
Dueño de un grito de trueno
y de un murmullo de ángel.
Refrescante alivio del sol
cuna de su calor y brillo.
Señor de suaves ropas
como de caminos color arena.
Tú, que traes y llevas todo,
que das vida y abrazas la tierra
con tu salvaje movimiento.
Tú, que separas corazones
y te adueñas de otros.
Espejo del cielo y las aves,
consuelo de almas con sueños rotos.
Antaño camino de valientes
que buscan perdidos aquel amor.
Hombro de secretos sin consuelo,
tierra sin tierras ni fronteras.
Tú, tan inexplicablemente hermoso,
tan infinito como vivo,
tan parte de mi como de aquél
que en ti se halla sumergido.
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